Los relatos de Julián Quintero en Tepehuanes.

Los relatos de Julián Quintero en Tepehuanes.

Todo el comienzo y fechas son reales como la misma tumba de dos hermanas gemelas que perecieron en estas fechas.
Corría el año de 1918 y era Marzo cuando las tropas de Pancho Villa Arribaron a La Purísima, Tepehuanes antes el Venado, era la maldita revolución, con tantos muertos heridos y desaparecido, era solo el comienzo de la muerte, con ella venia inseparable las gripes, el Tifo y la misma Peste.
Para 1923 el panteón estaba a reventar de tantos cuerpos, no se sepultaba uno cuando otro difuntito se velaba, sin mortaja envueltos en una sábana blanca y rodeado de jarillas al hoyo, Moribundos, los enterraban con tarro de atole pues no se contaba de nadie que resistiera el tifo, la muerte saltaba de casa en casa buscando débiles, ancianos y niños o lo que la guadaña enganchara, enterrando ya se descubrían los restos de otro, y sus huesos algunas veces quedaban regados por entre los montículos de tierra. Hasta aquí es real.
Una chamaca contraería matrimonio, sus familiares tenían bastante que ofrecer, el novio quería lo mejor para su futuro esposa, todo era algarabía y felicidad bien pareciera que estos tiempos quedaron atrás, la vida seguía su paso.
Tres días antes de la boda, que se había fijado para el cinco de noviembre del 1924 Esther en compañía de su familia como era costumbre visitaron el Panteón de (hoy en día el Viejo) en la tradicional romería del Día de Finados. Día 2 de Noviembre día de todos los muertos, A la muchacha no la distraían oficios religiosos, fiestas tradicionales ni pláticas con amigas o familiares.
Para ella su obsesión era la boda, su próximo matrimonio, la ceremonia y los detalles de su enlace matrimonial. No pensaba en otra cosa, ni ocupaba su mente otro pensamiento que no fuera su boda y Ramón su prometido.
En la visita de ese día al Cementerio, Esther tropezó ocasionalmente con una calavera que a flor de tierra yacía en un lado del sepulcro de donde la habían sacado, tal vez cuando enterraron en ese lugar a otro difunto.
La muchacha al mirarla, le pegó con la punta del pie diciéndole:-Te invito a mi boda, no dejes de asistir. Aquella actitud irrespetuosa de Esther ante aquellos restos humanos, fue considerada por quienes la presenciaron como una broma y nada más. Todos se olvidaron de lo sucedido y los preparativos para la boda continuaron. La novia a temprana hora del sábado se puso el atavío nupcial, su presentación lucía esplendorosa y bella, toda una reina vestida de blanco, que irradiaba felicidad y alegría.
La banda tocaba sus notas musicales, El par de enamorados se postraron frente al altar del templo y el fervorín que pronunció el orador sagrado arrancó lágrimas a los presentes. En primera fila, cerca de los novios se postró un caballero delgado y pálido, vestía traje negro y la ropa, rostro y cabello acusaba señales de abundante polvo blanco. Su mirada parecía que acarreara sufrimiento, parecía un revolucionario buscando la paz, un olorcito a tierra húmeda emanaba de algún lugar.
Su presencia despertaba curiosidad, miedo y respeto al mismo tiempo. Permaneció hincado durante toda la misa y cuando la concurrencia abandonó el templo, el desconocido se incorporó a la comitiva y felicitó a los novios.
Ya en casa de la novia donde se realizaba la boda, aquel hombre raro y desconocido se apareció entre los invitados y nadie supo cómo llegó. La música empezó a tocar el vals para los novios, después el baile, El padre de la novia con ella y la madre del novio con él, iniciaron la danza, en tanto que continuaron los novios en el ritual acostumbrado. Posteriormente cuando los amigos y familiares de Esther bailaban con ella, pasándosela de mano en mano, el desconocido la tomó de la mano y empezó a bailar al mismo tiempo que le preguntó: -¿Me conoces?… -Soy tu invitado especial.
La muchacha hacía enorme esfuerzo por recordar sus rasgos fisonómicos, su estatura y demás elementos que le permitieran la identificación de aquel desconocido. Después de vano y prolongado esfuerzo contesto: No, no lo conozco. Soy la persona que hace tres días invitaste a tu boda en el Panteón viejo y me recomendaste no faltar. Al mismo tiempo que para asombro de la concurrencia, dejaba la forma humana física y común y se transformaba en esqueleto humano descarnado y erguido. La muchacha cayó muerta, fulminada por un paro cardiaco y el invitado de ultratumba desapareció en el acto tan misteriosamente como había llegado.

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