La Sauceda, historias, crónicas y sucesos, en el marco de su 429 aniversario de fundación.
POR MARCO ANTONIO RODRÍGUEZ RUIZ
LA SAUCEDA, CANATLÁN, Dgo. (OEM).El miércoles cinco de marzo, los habitantes del poblado La Sauceda y el gobierno municipal estarán celebrando el 429° aniversario de su fundación, una fecha elegida en el gobierno municipal 2013 – 2016 y la primera celebración oficial fue el día cinco de marzo del año 2016, en lo que fue el 420° aniversario.
Resulta agradable recorrer La Sauceda, su “Casa Grande” y algunas de sus tradiciones, a través de la memoria de uno de sus hijos, don Marcos Morales Sanabria, que en paz descanse, qien fue vecino de toda la vida de esta comunidad, hoy en fiesta por su fiesta religiosa popular y por la fiesta cívica del 429° aniversario.
Nacido el año de 1929 y fallecido hace poquitos años, cabe plasmar esos recuerdos de don Marcos, que previamente fueron publicados en el libro Personajes, Relatos e Historias de Canatlán, autoría de quien esto escribe, Marco A. Rodríguez Ruiz, el año 2021, cuando la pandemia por Covid – 19.
Así recordó don Marcos su experiencia sobre la Casa Grande, donde vivió durante 32 años y las historias que de ella emanan.
“….Viví en la casa grande del año 1931 a 1963, llegué ahí cuando tenía tres años de edad; mi tío Tomás Morales Contreras, hermano de mi padre Javier; yo me crie con mis tías Gilberta, María y Juanita.
Recuerdo que fue en el año de 1942 cuando se hizo la primera bóveda en el templo de la casa grande.
El albañil “Maistro mayor” se llamaba Jesús Villa, era de la ciudad de Durango; de Canatlán andaban los peones Rodrigo Lugo, Carlos Lugo y los Contreras.
Quien hizo los arcos fue Don Sabino, un señor que era de La Cañada y otros señores de apellido Villa, que vivían a un lado del molino de don Julián Morales Villa, eran Ramón, grande y chico.
Se colocó una botella con los nombres de las personas que trabajaron en la obra, incluyendo el mío, así como algunas monedas, esto en el año de 1942.
El templo tenía su techo de vigas y estaba en mal estado, ya se estaba cayendo y otras estaban apuntaladas.
Unas señoritas formaron un comité para arreglar la Iglesia; pelearon con el Cura, el Cura Castro, porque no quería que arreglaran la capilla.
Entonces en la hacienda se formó un comité para arreglar el templo, ahí fue donde se construyó la primera bóveda; entre los integrantes estaban Ángel Fuentes Guerrero, Germán Rodríguez y Miguel Sanabria, ellos son los que hicieron, a través del comité, la primera bóveda.
Ellos se encargaron de ello, en el año 1942.
La iglesia estaba en malas condiciones, se estaban cayendo las vigas, el techo.
La iglesia estaba pegada a la casa grande.
Incluso en ese tiempo los curas no tenían nada que ver con el divino pastor, lo mandaba la dueña, Nicolasa Pérez Gavilán, ella era la que decía, según me dijo mi tío Tomás, quien como administrador se encargaba de las huertas, del potrero y de lo poco que le había quedado a la hacienda.
El mero administrador era Leonardo Vázquez, el papá de “Nayo”. Don Leonardo vivía en Canatlán y mi tío se encargaba de La Sauceda, por eso yo viví en la casa grande.
El divino pastor y todos los santos que tienen ahorita ( la capilla) era propiedad de la hacienda.
La imagen del divino pastor la trajeron de España.
En 1947 ya se había muerto doña Nicolasa (1945) y en el 47 se vino Don Joaquín, el hijo, a encargarse de lo que quedaba; se encargó del potrero y de todo
Platicando con él, había un señor que era abuelo de un primo hermano mío, se llamaba Pedro Reyes y nos decía que se había aparecido, que el divino pastor se había aparecido.
Pero él, Joaquín, nos dijo que el divino pastor lo había mandado traer su papá, Luis Pérez Gavilán, lo había mandado traer de España.
Yo le pregunté por qué los de San Lucas decían que el divino pastor no era de aquí de La Sauceda, que era de San Agustín (de Ocampo), así me lo decían mis primos: “Ustedes se lo robaron, el divino pastor era de San Agustín”
Yo le dije a Joaquín: – Mis primos dicen que aquí se lo robaron, que era de San Agustín..”.
Me respondió: -Mi papá dijo, vamos a mandar pedir un santo para San Agustín, porque no tienen patrón, aquí (en La Sauceda) si tienen patrón, San Jerónimo.
Entonces se lo trajeron de España y cuando lo abrieron, mi Papá lo vio tan bonito, que dijo: Este no lo mandamos a San Agustín, se queda con nosotros, esta capilla que sea para él”. Por eso se quedó aquí.
San Agustín pertenecía a la hacienda de La Sauceda, llegaba hasta Lajas, Coneto; Lajas era de los Damm; me decía mi papá que la mojonera estaba allá.
LA CASA GRANDE
La casa grande, desde que yo era muy chico, la dueña de la hacienda, doña Nicolasita, les hacía bailes en la fiesta de San Jerónimo, a los muchachos.
Pasó el tiempo y cuando nosotros crecimos hacíamos el baile el día de San Jerónimo, arreglábamos los corredores, porque inclusive en la casa grande no se hacía un baile, perdone que me de el gusto, si no intervenía yo, porque mi tío Tomás, que era el administrador NO le prestaba la casa grande ni a su madre de el
Me decía Juan –Ve con tu tio, a ti no te dice que no y para el día de San Jerónimo arreglaban los corredores.
Eso era cada año, se hacía en el corredor que está junto a la iglesia.
A la casa grande le quitaron un pedazo para vendérselo a la iglesia, por eso la casa grande está mocha, porque todo el corredor que está junto a la iglesia era de la casa grande, la iglesia lo compró.
Mi tío duró en la casa grande hasta el año 1965, después quedó sola.
Después del 65, Ana María, la hija de Nicolasita, le dijo a mi tío: Oye, ya regalé la casa al Señor Arzobispo López Aviña, no se si tu te quieras quedar o te quieras salir, pero yo ya la regalé, para que la cuiden..”
Y mi tío dijo: Yo ya no quiero nada-, y se salió a un lado, a lo que se le conoce como la casa chica y la casa grande se quedó sola.
Entonces, el arzobispo, en vez de cuidarla, la vendió, se la vendió a Luis Carbajal; Luis no la pagó, a mi me lo platicó Mireles (Señor Cura Maclovio Mireles).
Se la vendieron en 250 mil pesos, Luis dio 75 mil y ya nunca dio lo demás.
Yo la llevaba bien con Mireles y le dije; “Y Usted para qué la vendió” y me respondió, me dijo el señor que la vendiera y a mí me dio 25 mil y 50 mil fueron para él.
Por eso la casa estaba destruida, si Ana María se las deja como estaba antes todavía estuviera bien; se puso a darla y se la vendieron.
La casa grande debe ser un patrimonio para La Sauceda, así hubiera quedado si Ana María no comete el error de dársela al Obispo.
Desde muy niño, desde muy joven, mi tío era un tipo muy honrado, pero muy honrado, tan honrado que pecaba de honradez. En las noches, yo tenía como 14 años, empezaba a llover e íbamos a ver, ya que decía: No se vaya a estar goteando arriba y se echen a perder los muebles; con una linterna recorríamos los corredores; después de joven, yo llegaba en la madrugada, con los corredores oscuros, no nunca oí ni vi nada (sobrenatural).
LOS TUNELES
De eso no es cierto, es pura mentira; también me decían que había un tunel para la casa chica, eso del túnel no es verdad.
En una ocasión, Don Ángel Portillo me comentó que había un tunel, que salía a una cueva, en el cerrito del garbanzo, pero no, eso sí no existe.
LA FESTA DEL DIVINO PASTOR
La fiesta del divino pastor ya existía cuando yo tenía uso de razón, en el año 1936 ya había fiesta, pero no como ahora.
Mi papá me decía que cuando empezó solo venía gente de Canatlán, venía en la tarde, nosotros íbamos a trabajar en la mañana y en la tarde empezaba a venir la gente de Canatlán.
En ese tiempo la que mandaba era doña Nicolasa; decía mi tío Tomás que ella decía: Sale en Enero pero tiene que regresar para el primer viernes de marzo.
Pasado el primer viernes de marzo vuelve a salir y tiene que regresar en junio, para que en julio lo saquen por mis potreros.
Cada uno de los años lo sacábamos en junio y julio por este potrero, tres días lo sacábamos por el potrero del garbanzo, que era de ella.
Por los años del 42 sembraba ella seis anegas y todo lo demás nos lo rentaba.
Siempre dijo que el potrero del garbanzo era para los de La Sauceda, quizá para que no lo fueran a hacer ejido.
Ella murió en el 45 y al año siguiente vino don Joaquín, que era el dueño del potrero, una mitad, la otra era de Ana María, la hermana.
La huerta de Canatlán, donde están Los Nogales, toda se la robaron, no se lo compraron a nadie; los dueños de esa huerta eran otros Pérez Gavilán, hermanos de Don Joaquín y que vivían en Los Ángeles, California, a esos no los conocimos.
La huerta la atendía don Luis Rodríguez, era el hortelano; esa huerta era de Jorge y de Rafael, Pérez Gavilán.
Ellos nunca vinieron y todo el mundo agarró esa huerta. Cuando la casa la recibió el Señor Arzobispo no había muebles. Nicolasa pasaba aquí el día de San Jerónimo, se estaba como 15 días. Cuando éramos niños, ella traía todos los dulces, chocolate, cuando hacíamos la primera comunión…….”