Relato corto
El pastel de doña Socorro.
Corría el año de 1990, estaba a punto de terminar el mes de octubre y en la familia Rodríguez Velázquez preparaban la próxima celebración del niño José Eduardo, que cumpliría su primer año de vida el viernes dos de noviembre, pero buscando que estuvieran integrantes de la familia habría que cambiarlo para el domingo.
Los preparativos estaban casi listos, pero faltaba uno importante: Mandar elaborar el pastel, un tema no menos complicado, recordando que en Canatlán existen infinidad de personas que se dedican a esta actividad y lo hacen muy bien, llámense pasteleros, reposteros, pero sobre todo, el nombre propio, que en pueblos como el citado es lo más importante.
El factor de las opiniones y comentarios siempre son de importancia tomarlos en cuenta y en esta situación no fue distinta y al final, se acordó mandarlo hacer con Doña Socorro Rocha, persona estimada, de muy buen carácter, quien aceptó el encargo y en esa primera celebración de aniversario de Lalo, el pastel de doña Socorro fue centro de atención y degustación de chicos y grandes.
Sin saberlo, inició una tradición en las celebraciones de vida del hijo menor de la familia y así, cada dos de noviembre se realizaron los festejos infantiles y el pastel elaborado por doña Socorro siempre estuvo ahí, para el buen paladar de los asistentes.
Pasaron los años, las celebraciones siguieron, llegó la infancia, pasó para dar paso a la adolescencia de Lalo; por su parte, doña Socorro siguió con la muy solicitada actividad, haciendo y decorando pastelería, lo mismo para bodas, quinceañeras, primeras comuniones, siempre con la atención de sus hijas, que en más de una ocasión buscaron apoyarla en la elaboración de la rica pastelería.
Y así, los años cambian, modifican y cierran ciclos de vida y de actividad, al grado de que Doña Socorro decidió ya no dedicarse a esta actividad, escuchando a sus hijas haciéndole ofrecimiento de apoyo, sin embargo, ella sabía que la magia de su receta, dedicación y amor por lo que realizaba era algo muy propio, muy de ella.
Pero en esta nueva etapa, mantuvo esa tradición de elaborarle el pastel de aniversario a José Eduardo, algo que sin duda la familia del festejado tomaba como un honor, un alagado, una bonita deferencia.
Los ciclos y las etapas de vida se cumplen y en ese contexto, doña Socorro Rocha pasó a otra etapa, a otro nivel, terminando su etapa terrenal, ante la gran tristeza de su familia, sus amigos y toda la gente que le estimaba, como la familia Rodríguez Velázquez, quien decidió, a partir de entonces, que no habría pastel alguno en la celebración de Lalo, como una manera de homenajear y recordar a la gentil señora, que año con año estuvo presente en la celebración de aniversario del “ benjamín” de la casa.
Autor: Marco Antonio Rodríguez Ruiz