Pedro Rojas o Juan Sin Miedo: La leyenda.
Por: Erik Omar Carrasco Favela.
El personaje Juan Sin Miedo ha sido objeto de muchas historias, canciones y obras de teatro a lo largo de todo México, es presentado como un hombre sin miedo a la muerte y que se enfrentaba a cualquier situación sin vacilar. Este personaje es originario de Durango y vivió en el siglo XIX.
Su nombre real era Pedro Rojas y era originario y pertenecía a una familia muy numerosa del poblado de Nicolás Bravo, Canatlán, Durango; era uno de los tantos trabajadores de la reconocida Hacienda de Cacaria. Era un joven alto, moreno, de ojos negros y robusto. También era muy conocido por los habitantes de la región y sus hazañas, pues presumía de una gran valentía.
La razón por la cual es recordado como Juan Sin Miedo, es porque sus compañeros de trabajo en la Hacienda de Cacaria le encontraron parecido con un personaje de un cuento muy popular, “Juan Sin Miedo”. Entre sus hazañas destaca que la hacienda había potros brutos que habían tumbado a todos los caporales y él logró domarlos.
Un día 06 de diciembre, cuando se celebraba la fiesta en honor al patrono del pueblo, “San Nicolás de Bari”, con una cobija de franjas de colores, había capoteado a un toro bravo que bajó de la Sierra. También se cuenta que con gran frecuencia lo habían visto subir, escalando al campanario de la Iglesia a tomar los huevos de los nidos de las golondrinas.
Pero el hecho más relevante que marcó su vida fue cuando, un día de 1877, según se narra en la leyenda “El alacrán de la cárcel”, del Maestro Manuel Lozoya Cigarroa: de la cual fue protagonista; llegó un perro con rabia a la hacienda. Rápidamente las personas que se dieron cuenta, se encerraron en sus casas para protegerse, él se encontraba afuera de su casa, misma que estaba ubicada frente al galerón viejo de la hacienda, que en ese tiempo era utilizado como escuela. Se dice que el maestro, al no saber del peligro, dio salida a los niños.
De manera temeraria tomó una escopeta y disparó con la intención de matar al perro rabioso que perseguía a los niños. Lamentablemente, hirió de muerte a Doña Elvira, una señora que corría para proteger a su hija Catalina que salía de la escuela. Pedro Rojas comprendiendo lo que había hecho y aun buscando proteger a los niños, tomó un hacha y mató al perro.
Al lugar llegaron el patrón de la hacienda, Don Procopio, el Sacerdote, Don Serapio y el Juez de Cuartel de Cacaria, Don Timoteo. Este último ordenó a Don Timoteo que encerrara a Pedro en “La Bartolina”, una especie de celda oscura donde eran encerrados los habitantes que cometían algún delito. Esta orden la dio Don Procopio aprovechándose de la situación, ya que su hijo Palemón pretendía a Guadalupe, quien era novia de Pedro.
Pedro Rojas o Juan Sin Miedo como todo mundo lo apodaba, permaneció algunos días, mismos en los que su madre, Doña Petra a llevarle comida y permanecía junto a la puerta de “La Bartolina” esperando para saber qué sucedería con su hijo. Después fue trasladado a la cárcel del Partido de Canatlán. Al momento de su traslado lo acompañó Don Pancho, su padre, ya que el Juez de Cuartel y otros dos hombres, ellos montados en sus caballos, los echaron a pie por delante.
Permaneció unos días en la cárcel de Canatlán y posteriormente fue trasladado a la Penitenciaría en la Capital del Estado de Durango, dicho edificio fue demolido y actualmente es el espacio que ocupan: el “Hotel Gobernador” y la tienda “Soriana Híper 20 de Noviembre”. Al no contar con un defensor de oficio y no tener dinero para pagar un abogado y además ser analfabeta, no se libró de la condena, y un Juez sentenció a Pedro Rojas a 20 años de prisión. En aquella cárcel existía una celda con el número 27, que le llamaban “La Celda de San Juan”, recordando a las celdas de tormento del Penal del Castillo de San Juan de Ulúa en Veracruz, y era utilizada como un calabozo de castigo para los reos que cometían una falta.
Pedro Rojas permaneció siete años en aquella prisión; sin embargo, en dicho lugar pasó un fenómeno fuera de lo normal: de pronto, un día de 1884, los presos que eran enviados a “La Celda de San Juan” amanecían muertos al día siguiente. Pronto aquella celda dejó de ser llamada “La Celda de San Juan”, y comenzaron a llamarla “La Mazmorra de la Muerte” o también “Calabozo de la Muerte”. Después de advertir a las autoridades, decidieron que dicha celda debería ser evitada en la medida de lo posible, pues múltiples fueron las muertes que había causado.
Por otra parte, Palemón seguía cortejando a Guadalupe, desesperado y enfurecido ante la indiferencia de aquella bella mujer. Una vez que se enteró de los eventos que estaban ocurriendo en la Penitenciaría; le pidió a su padre que mandara matar a Pedro. Fue así como mandaron llamar al Palacio de Gobierno al Director de la Penitenciaría y se le dio la orden de meter a la Celda 27, al apodado “Juan Sin Miedo”, que también así era llamado por los demás reos.
En un principio el Director se negó, ya que Pedro Rojas, presentaba una buena conducta, sin embargo, tuvo que acatar la orden. Para ello, un carcelero reconocido por su astucia se entrevistó con Pedro y a manera de reto, lo convenció de permanecer una noche en aquel aterrador lugar.
El Director de la Penitenciaría movido por los remordimientos, fue a ver a Pedro y le preguntó qué era lo que necesitaba, a lo que él le contestó que sólo necesitaba una caja de cerillos, una docena de velas grandes de cebo y un banco. Y así fue como temerariamente empezó su hazaña.
De acuerdo con, los relatos que tradicionalmente se han contado, Pedro Rojas o “Juan sin Miedo” entró a las 06:00 p.m. a la Celda 27, y a las 02:00 a.m. después de haber pasado ocho horas en vela, y después de haberse consumido 11 de las 12 velas, decidió esperar más tiempo para prender la última. Fue en ese momento cuando sintió la presencia de algo extraño, por lo que encendió la última vela que le quedaba, en ese instante se sorprendió al ver un enorme alacrán que se asomaba a un lado de una de las vigas del techo.
Al tratar de acercarse para cerciorarse de que lo que estaba viendo era real, el alacrán se escondió y Pedro finalmente fue vencido por el miedo. Entró en pánico y pidió ayuda; sin embargo, nadie acudió a su auxilio y convencido de que nadie iría ayudarlo, ideó un plan para sobrevivir al eminente ataque del aterrador animal.
Se dio cuenta de que cada vez que apagaba la vela, el alacrán se acercaba a él. Fue entonces cuando pensó en subirse sobre el banco y apagar la vela. Cuando escuchó que el reloj sonó las 05:00 a.m. encendió el pequeño cabo que le quedaba de vela y observó que el alacrán había bajado hasta el suelo y estaba a su acecho a una distancia muy corta. Sin pensarlo mucho, arrojó su sombrero de paja sobre el animal y colocando las patas del banco sobre la copa del sobrero, logró atraparlo y esperó hasta el amanecer.
Por la mañana, un carcelero y dos camilleros entraron a la celda y se sorprendieron de ver vivo a Pedro, pero mayor fue su sorpresa al saber de la existencia de un alacrán tan grande, mismo que fue responsable de muchas muertes. Por su heroica hazaña, Pedro fue indultado y salió libre de aquella cárcel. Volvió a la Hacienda de Cacaria y finalmente se casó con Guadalupe, quien lo esperó por varios años. Posterior a ello, ya no se sabe cómo fue el resto